El rey Carlos III ha decretado luto oficial hasta el día del funeral, tanto para la Familia Real como para el personal de palacio.
La Familia Real británica llora la pérdida de Katharine Lucy Mary Worsley, duquesa de Kent, fallecida a los 92 años. Esposa del príncipe Eduardo, duque de Kent, primo hermano de la reina Isabel II, la duquesa fue una figura discreta pero profundamente respetada dentro de la Casa de Windsor. Su fallecimiento marca el adiós a una mujer que, sin pertenecer por nacimiento a la realeza, abrió un camino que después seguirían muchas otras.

El Palacio de Buckingham confirmó la noticia mediante un comunicado:
“Con profundo pesar, se anuncia la muerte de Su Alteza Real la Duquesa de Kent. Su Alteza Real falleció pacíficamente anoche en el Palacio de Kensington, rodeada de su familia. El Rey, la Reina y todos los miembros de la Familia Real se unen al Duque de Kent, a sus hijos y nietos para lamentar su pérdida y recordar con cariño la devoción de toda la vida de la Duquesa hacia las organizaciones con las que colaboró, su pasión por la música y su empatía por los jóvenes”.

La duquesa deja a su esposo, tres hijos —George, conde de St Andrews, Lady Helen Taylor y Lord Nicholas Windsor— y diez nietos, entre ellos las conocidas Lady Amelia Windsor y Lady Marina Windsor, quien anunció su compromiso el pasado junio.

El rey Carlos III, informado del fallecimiento en Balmoral, decretó un período de luto real hasta el día del funeral inclusive. Durante este tiempo, los miembros de la familia y el personal de palacio vestirán de negro o con brazaletes de luto. Las caballerizas reales y las tropas en servicio público también rendirán homenaje. En cuanto a los compromisos oficiales, se adaptarán el formato y el tono de los actos, aunque algunos se mantendrán según lo previsto.

“Llámame Katharine”
La duquesa llevaba años alejada de la vida pública, tras retirarse de sus funciones reales en 1996. Durante más de una década impartió clases de música en una escuela primaria de East Hull, experiencia que la inspiró a crear en 2004 la fundación Future Talent, dedicada a apoyar a jóvenes músicos con talento procedentes de entornos humildes.

En 2002 tomó una decisión insólita en la historia reciente de la monarquía británica: pidió dejar de utilizar el tratamiento de Su Alteza Real. Su gesto de sencillez quedó reflejado en una entrevista con la BBC, donde afirmó con naturalidad:
“Llámame Katharine”.

Sus últimas apariciones públicas fueron contadas, entre ellas la boda del príncipe Harry y Meghan Markle (2018), un partido de Wimbledon (2017) y el servicio conmemorativo por el 60.º aniversario de la coronación de Isabel II. Su última imagen conocida data del 9 de octubre de 2024, durante el 89.º cumpleaños de su esposo, en el Palacio de Kensington.

De “la chica de Yorkshire” a duquesa de Kent
Nacida el 22 de febrero de 1932, Katharine era hija de Sir William Arthington Worsley, cuarto baronet, y Joyce Morgan Brunner. Procedente de una familia distinguida de Yorkshire, fue descrita por la prensa de la época como “la chica de Yorkshire” cuando contrajo matrimonio con el príncipe Eduardo, a pesar de que su linaje, aunque no real, era notable.

Curiosamente, entre sus antepasados figuraba Oliver Cromwell, el líder político y militar del siglo XVII que ordenó la ejecución del rey Carlos I, un detalle histórico que siempre llamó la atención por su ironía.

La boda entre Katharine Worsley y el duque de Kent se celebró el 8 de junio de 1961 en la catedral de York Minster, siendo la primera boda real allí en seis siglos. Fue un enlace histórico —y también anecdótico—, pues durante la ceremonia se conocieron los entonces príncipes Juan Carlos y Sofía de Grecia. La novia deslumbró con un vestido de John Cavanagh, confeccionado con más de 250 metros de seda, y la tiara de perlas y diamantes que le regaló su suegra, la princesa Marina de Grecia.

Tras el matrimonio, los duques se establecieron en Anmer Hall, la propiedad de Sandringham que hoy utilizan los príncipes de Gales como residencia de campo. Tuvieron tres hijos y, en 1977, sufrieron la pérdida de un cuarto bebé, nacido sin vida. La duquesa habló años después sobre la profunda depresión que atravesó tras aquel episodio:
“Fue algo horrible. No me permití el tiempo necesario para superarlo. No fue un buen período, pero aprendí que a muchas personas les sucede. Desde entonces nunca he vuelto a sentirme deprimida”, declaró al Daily Telegraph.

Una “royal” atípica y cercana
Empática, sensible y alejada de los convencionalismos de palacio, Katharine de Kent siempre se mostró como una mujer de gran humanidad. Su sencillez se reflejaba en gestos cotidianos, como cuando consoló a una tenista derrotada en Wimbledon o cuando ofrecía clases de piano en un modesto apartamento cercano al Palacio de Kensington.

En 1994 protagonizó otro gesto inédito en la monarquía británica: se convirtió al catolicismo, siendo la primera miembro de la familia real en hacerlo en más de tres siglos. Pese a la sorpresa inicial, la reina Isabel II, jefa de la Iglesia Anglicana, le dio su apoyo y comprensión.

Aunque añoraba la vida fuera de palacio, jamás renegó de sus deberes reales. Cuando se retiró oficialmente, lo hizo con el beneplácito de la reina, para dedicarse por completo a su pasión por la música y al servicio a los demás.
“Siempre fue una mujer que rompió moldes con delicadeza”, comentó en una ocasión un miembro de la corte.
Katharine, duquesa de Kent, deja tras de sí el ejemplo de una vida marcada por la vocación de servicio, la empatía y la sencillez. Una “chica de Yorkshire” que, sin buscarlo, se convirtió en una de las figuras más entrañables y admiradas de la realeza británica.