Muere Joan Kennedy a los 89 años, la última de las esposas que sostuvo el mito Kennedy y pagó el precio del silencio

Vivió infidelidades, alcoholismo, abortos espontáneos y el escándalo de Chappaquiddick —uno de los episodios más controvertidos de la política estadounidense—, todo ello bajo la presión de proyectar un matrimonio perfecto.

En las últimas horas, Steve Kerrigan, presidente del Partido Demócrata de Massachusetts, confirmó la muerte de Joan Kennedy, a los 89 años, mientras dormía en su casa de Boston. Joan fue una de las últimas testigos de la era dorada (y trágica) en que los Kennedy dominaron la política de Estados Unidos como una dinastía, casi una familia real. Como esposa de Ted Kennedy, senador durante casi cinco décadas, presenció en primera fila los asesinatos de sus cuñados: John F. Kennedy, presidente, y Robert F. Kennedy, senador y aspirante a la Casa Blanca. También cargó con su propio calvario: un matrimonio atravesado por infidelidades, alcoholismo, abortos espontáneos y el escándalo de Chappaquiddick, que inspiró películas y sigue figurando entre los episodios más polémicos de la vida pública del país. Todo bajo la exigencia constante de una saga que pedía perfección en lo público aun cuando lo privado se derrumbaba.

Joan Kennedy entró en la familia en 1958, cuando se casó con Ted Kennedy, el menor de los hermanos. Para entonces, los Kennedy ya eran una potencia en ascenso: John F. Kennedy era senador y se preparaba para la presidencia, mientras Robert Kennedy ocupaba puestos clave. Parte de su estrategia pasaba por pulir la imagen de familia estadounidense ideal: matrimonios estables con mujeres educadas y “de buena familia”, hijos ejemplares que siguieran el “negocio familiar”, unidad y valores tradicionales. Con el tiempo —gracias a documentos desclasificados y al trabajo de historiadores y biógrafos— se supo que aquel retrato era una fachada cuidadosamente construida; lo que ocurría dentro, ellas no siempre lo sabían.

Virginia Joan Bennett (su nombre de soltera) estudiaba en la misma universidad católica que Jean Ann Kennedy, hermana de Ted. Así, con solo 22 años y muchas dudas, terminó casándose con el benjamín de los Kennedy, que tenía 26, acababa de graduarse en Derecho en Harvard y sentía la presión de formar su propia familia perfecta para impulsar la carrera política que su padre, Joseph P. Kennedy, dirigía como un clan. Coinciden los obituarios en que a Joan ni la política ni la exposición pública le interesaban; aun así, cuatro años después, en 1962, Ted ganó sus primeras elecciones al Senado.

Llegaron luego los asesinatos: el del presidente John F. Kennedy en 1963 y el del candidato Robert F. Kennedy en 1968. Fue entonces cuando, según The New York Times, creció la presión para que Ted asumiera el relevo pese a los temores de la familia por su seguridad. “Se volvió menos discreto con sus infidelidades y su consumo excesivo de alcohol, y Joan también se volvió cada vez más alcohólica”, recogía el diario.

Chappaquiddick, el escándalo que le costó a él la presidencia y a ella la salud

Mientras medían sus opciones presidenciales, llegó el caso Chappaquiddick. El 18 de julio de 1969, el senador conducía por la isla de Chappaquiddick (Massachusetts) cuando su coche cayó desde un puente y se hundió. Lo acompañaba Mary Jo Kopechne, exsecretaria de Robert F. Kennedy, que murió ahogada. Ted Kennedy logró salir, pero tardó casi 10 horas en reportar el accidente. Se declaró culpable de abandonar el lugar, pero nunca hubo una investigación pública completa, lo que alimentó teorías y dañó sus aspiraciones presidenciales.

Mary Jo Kopechne, nacida en 1940 en Pensilvania, se graduó en inglés en la Universidad de Caldwell. Trabajó como maestra antes de volcarse en política. Fue una de las “Boiler Room Girls”, el grupo de mujeres que trabajó estrechamente en la campaña presidencial de Robert F. Kennedy. Tras su asesinato, ella continuó en el ámbito político. Tenía 28 años cuando murió en el accidente del 18 de julio de 1969, al viajar en el coche de Ted Kennedy, y su muerte quedó como uno de los episodios más controvertidos de la política moderna.

Joan Kennedy estaba embarazada y en reposo absoluto tras dos abortos espontáneos. Aun en ese estado, acompañó a su esposo al funeral de Mary Jo y al tribunal para declarar. Debía sostener la imagen de la “mujer Kennedy”, siempre al lado del marido. Es más, los asesores determinaron que fuera Joan quien presentara personalmente el pésame a la familia de la secretaria, gesto que reforzaría la versión de accidente fortuito y desincentivaría una investigación más profunda. Poco después, Joan perdió al bebé. “Fue entonces cuando me convertí en una auténtica alcohólica”, le dijo a Laurence Leamer para su libro sobre las mujeres Kennedy.

Sobre Chappaquiddick —como tantos asuntos poco esclarecidos en torno a la familia— surgieron múltiples teorías, algunas convertidas en libros o en cine (la película de 2017 con Jason Clarke como Ted y Kate Mara como Mary Jo). Las más repetidas: un encubrimiento político por parte del equipo de Kennedy, dado el retraso de 10 horas en avisar; una relación sentimental entre el candidato y la joven, ya que salían a solas de una fiesta; la posibilidad de que, según buzos que recuperaron el cuerpo, ella sobreviviera varios minutos en una burbuja de aire dentro del coche y pudiera haber sido rescatada; o que Ted no reportó el accidente porque estaba bajo los efectos del alcohol. Sea como fuere, la tragedia alimentó la leyenda de la maldición de los Kennedy y marcó para siempre la vida de Joan, además de dejar a los padres de Mary Jo, de 28 años, con la sensación de que nunca hubo justicia.

Pese a tres abortos espontáneos conocidos, el matrimonio tuvo tres hijos: Kara, Edward y Patrick. Kara Kennedy, cineasta y productora de televisión, falleció en 2011 a los 51 años de un infarto, tras haber superado un cáncer de pulmón. Edward Kennedy es abogado y político —fue senador estatal en Connecticut— y superó en la infancia un cáncer óseo que implicó la amputación parcial de una pierna. Patrick Kennedy, el menor, fue congresista por Rhode Island durante 16 años y se ha destacado como defensor de la salud mental.

Tras apoyar aún otra campaña de su esposo, el divorcio no llegó hasta 1982. Joan habló entonces abiertamente de su ingreso en un programa para tratar su adicción, de la necesidad de recuperarse y de pelear contra un tabú de época. Con el tiempo promovió iniciativas en favor de la salud mental. Aun así, los obituarios que hoy circulan en la prensa estadounidense subrayan dos puntos: que nunca superó del todo el alcoholismo y que la causa de su muerte no ha sido confirmada.

Virginia Joan Bennett nació el 2 de septiembre de 1936 en Nueva York y creció en el acomodado suburbio de Bronxville. Su madre era aficionada a la costura y la moda; su padre, ejecutivo publicitario. Aplicada, reservada y con sensibilidad artística, destacó al piano y colaboró con organizaciones benéficas infantiles a través de la música. En una época de cosificación de la mujer en medios y política, fue presentada como “la más bella de las esposas Kennedy”, etiqueta que la redujo a un rol decorativo en una familia donde ellos eran los poderosos y ellas, las bellas guardianas del mito. Siempre leales: a veces por obligación, otras por supervivencia.

La “maldición de los Kennedy”

De origen irlandés, los Kennedy llegaron a Estados Unidos en 1849 y su ascenso fue meteórico: inteligencia, ambición y una estrategia que convirtió la política en herencia. La cima llegó en los sesenta, cuando el patriarca Joseph P. Kennedy y su esposa, la filántropa Rose Fitzgerald, habían criado a nueve hijos. Tres marcaron la historia: John, presidente; Robert, senador y candidato; y Ted, el menor, senador durante casi cinco décadas.

Los Kennedy protagonizaron algunas de las intrigas más comentadas del siglo XX y acumularon tragedias que cimentaron la leyenda de la “maldición”. Desde la lobotomía practicada a Rosemary Kennedy en los años cuarenta hasta la muerte por ahogamiento de Maeve McKean —sobrina nieta de JFK— y su hijo Gideon en 2020. Y, por supuesto, los tres golpes que definieron el mito: el asesinato de John F. Kennedy en Dallas (1963), el de Robert en Los Ángeles (1968) y el accidente aéreo de 1999 en el que murieron John F. Kennedy Jr. y su esposa, Carolyn Bessette.

A todo ello se sumaron el magnetismo y el poder que siempre los rodearon. Una familia que pareció intocable, en parte por su habilidad para esquivar episodios turbios de toda índole —familiares, políticos, íntimos— gracias, quizá, al amparo de los resortes del Estado. Porque si algo define a los Kennedy no es solo lo que vivieron, sino lo que supie

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El perro va todos los días a una tienda cerrada y luego se va, y una tarde el pobre niño se fija en él y lo sigue