Un adolescente sentado con los pies en alto en un asiento del metro fingió no darse cuenta de que entraba un anciano. El hombre tuvo que llamar la atención del joven patán …..
La educación de los hijos es, por supuesto, asunto de sus padres. Si papá o mamá miran en silencio cómo su hijo es insolente con los demás, nada bueno sale de ello, la insolencia no hará más que aumentar, y las payasadas de los niños con la edad se hacen cada vez más vívidas.
Por supuesto, esto no se aplica a todos los adolescentes y de ninguna manera quiero decir que sólo este grupo de edad puede causar problemas a los extraños en lugares públicos.
El otro día fui testigo de un interesante incidente en un vagón de metro que provocó risas y comentarios alentadores por parte de la mitad del vagón.
En uno de los asientos había una mamá con su hijo de doce o trece años. El hijo jugaba entusiasmado con su teléfono y, de repente, sin querer o a propósito, se tumbó en el asiento con las piernas estiradas y siguió metiendo los dedos en la pantalla. Mamá giró la cabeza pero no dijo nada, prefiriendo centrar inmediatamente su mirada en el plano del metro. El vagón estaba medio vacío, pero he aquí que, tras un par de paradas, subieron bastantes pasajeros.
Uno de ellos, un anciano obeso, se colocó delante de un adolescente estirado, demostrando que no le importaba sentarse. El chico le lanzó una fugaz mirada y continuó con su ocupación en el mundo virtual. La madre del joven insolente también se apartó del hombre. Éste, al ver este estado de cosas, suspiró y se sentó a los pies del jugador.
El peso del cuerpo del hombre debió de incomodar al adolescente, que gritó, y el pasajero sacó su teléfono y empezó a escribir tranquilamente un mensaje en él.
La madre que se había dado la vuelta no reaccionó inmediatamente a los ruidos cercanos, pero cuando se volvió y vio
al hombre sentado sobre las piernas de su hijo, entornó los ojos y gritó que estaba loco.
El niño seguía sin poder liberarse del pesado cuerpo apretado contra él y empezó a retorcerse. Entonces el hombre se levantó y dejó que el cautivo tirara de sus piernas.
Se notaba que las piernas del adolescente estaban rígidas, porque no se apoyó inmediatamente en ellas con confianza. La madre seguía gritando algo, y el hombre se puso los auriculares y empezó a sonreír con la música puesta.
Los pasajeros que observaban esta escena se animaron. Estaba claro que sus simpatías no estaban del lado de la madre y su hijo….