Recientemente se produjo en Iraq un suceso ante el que es imposible reaccionar sin conmoción. Una niña de nueve años fue dada en matrimonio a un hombre de treinta y cinco.
Lo más sorprendente es que todo ocurrió de acuerdo con la ley iraquí. No hace mucho habían rebajado dos la edad posible para contraer matrimonio, de dieciocho a nueve años, lo que fue aprovechado por los emprendedores padres de la «novia».
Por supuesto, ahora la educación de la niña no correrá a cargo de sus padres, sino de su marido y sus parientes recién casados, y los padres estarán encantados de contar el rico rescate de su pequeña, que aún no ha jugado con muñecas.
Ante la indignación de la comunidad mundial por este matrimonio bárbaro, los parlamentarios iraquíes agitaron perplejos las manos, diciendo que no hay nada malo en un matrimonio tan precoz, pues salva a las niñas de la inmoralidad a una edad más avanzada.
Por supuesto, las tendencias actuales de la sociedad occidental, con su cambio de sexo y otras perversiones, tampoco representan nada bueno, pero fomentar, literalmente, la pedofilia a nivel legislativo es demasiado.