Esperaba que, tras el diagnóstico erróneo, tener hijas fuera un verdadero milagro, pero resultó ser bastante diferente…..

Durante muchos años los médicos me dijeron que era estéril, y luego, milagrosamente, me hicieron la prueba de las dos rayas. Estaba segura de que el nacimiento de dos hijas sería un momento especial para nuestra familia, pero todo sucedió de otra manera. Mi marido no sintió ninguna alegría. Simplemente desapareció de nuestras vidas.

Dados mis problemas de salud, el embarazo fue difícil. Durante meses estuve en el hospital para preservar a las niñas y que nacieran sanas. Cuando tuve a mis hijas en brazos por primera vez, me olvidé de todo el dolor y los problemas.

Recuerdo con detalle el día en que mi marido llegó por primera vez a la maternidad. Tenía una expresión de total indiferencia en el rostro, sin emoción alguna.

Hola. ¿No son maravillosos? — pregunté.

Mi marido se acercó y preguntó

¿De quién estás hablando?

Me quedé totalmente perpleja y añadí

De nuestras hijas. Son Sonia y María.

Sabes que yo soñaba con tener un hijo -dijo con rabia en la voz, y yo no entendía cómo alguien podía decir eso ahora.

Igor, ¿qué más da? Lo principal es que nuestros hijos estén sanos. ¿No tengo razón?

No, no estoy de acuerdo contigo. Son tus hijos, no los nuestros. No es lo que esperaba de un embarazo.

Tras esa frase, dio media vuelta y se marchó.

Más tarde, mi cónyuge dijo en su defensa que yo le había engañado y no había estado a la altura de sus expectativas. Se suponía que debía darle un hijo.

En ese momento, tuve una epifanía. Me sentí tan herida y ofendida que no hay palabras para describirlo. Sentí como si se me hubiera caído el suelo bajo los pies. Los bebés se aferraron a mí con más fuerza como si trataran de consolarme.

El marido no llamó ni vino. Ni un día, ni una semana, ni un mes. Me enteré por amigos comunes de que se iba de vacaciones al extranjero. Su suegra está de su parte, cree que su hijo ha tomado la decisión correcta. Me llamó y me acusó de arruinar a nuestra familia con mis acciones.

Me di cuenta de que había llegado el momento de dejar de comunicarme con esas personas, porque me hacían daño. Sabía que tenía alguien por quien vivir y a quien aferrarme, así que intenté ser fuerte y no rendirme.

Pronto contraté a un abogado para que se encargara de los trámites del divorcio. Me aseguré de que mi ex no tuviera nada que ver con mis hijas. Eso era lo que él quería. Dios es su juez.

Esperaba que, tras el diagnóstico erróneo, tener hijas fuera un verdadero milagro, pero resultó ser bastante diferente…..
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