Mi hermana menor y yo íbamos en el ascensor cuando, de repente, un perro desconocido la agarró con sus patas y empezó a ladrar. Nos quedamos en shock, y la razón resultó ser aterradora. 😱😱

Han pasado casi cinco años desde entonces.

Ahora soy estudiante universitaria, pero aún recuerdo perfectamente aquel día.

Y solo ahora he podido reunir el valor para contar lo que sucedió entonces.

Era un día cualquiera.

Después del colegio, mi hermana y yo, como siempre, volvíamos juntas a casa.

Vivimos en el último piso de un edificio de varias plantas, así que cogimos el ascensor.

Mientras esperábamos, charlábamos, reíamos, compartíamos noticias… Todo era como de costumbre.

Al cabo de unos segundos, se nos unió un hombre de unos treinta y cinco años con un perro grande y claro.

A mi hermana y a mí nos encantan los animales, y cuando vimos al labrador, nos alegramos mucho.

Mi hermana ya se había acercado para acariciarlo, pero de repente la situación cambió radicalmente.

El perro se quedó inmóvil, mirándola fijamente.

Luego se acercó, se puso sobre sus patas traseras y puso sus pesadas patas sobre el pecho de mi hermana.

Mi hermana gritó, al borde de las lágrimas, y yo no podía moverme por la conmoción.

A las dos nos pareció que iba a morderla.

El labrador comenzó a ladrar fuerte y con inquietud.

El hombre tiró inmediatamente de la correa, tranquilizando al perro y repitiendo:

— No se preocupen, no es agresivo.

Pero yo, ahogada por las lágrimas, solté:

— Si es tan bueno, ¿por qué se ha abalanzado sobre mi hermana?

¡Está temblando! ¡Se lo contaré todo a mis padres!

El hombre se puso serio de repente.

Su mirada cambió.

Y con voz tranquila dijo algo que no esperábamos oír:

— Mi perro no es solo una mascota.

Está entrenado para detectar a personas con cáncer.

Si detecta un tumor, da la señal: salta, ladra… Trabajamos juntos en la clínica.

Creo que deberías contárselo a tus padres y hacerte un chequeo.

Después, todo fue como una neblina.

Al principio, mis padres no se lo creyeron, pero llevaron a mi hermana al médico.

El diagnóstico se confirmó.

Comenzó una larga y dura lucha.

Hospitales, análisis, tratamientos… Todo eso se convirtió en parte de nuestra vida.

Teníamos esperanza, creíamos, intentábamos aguantar.

Pero los milagros no siempre ocurren.

A veces, incluso las esperanzas más cálidas se apagan demasiado pronto.

Ahora sigo viviendo, estudiando, pero cada vez que entro en el ascensor o veo un perro, siento que se me encoge el corazón.

Una cosa sé con certeza: ese suceso nos regaló un tiempo precioso.

Tiempo para decirle lo mucho que la queríamos.

Tiempo para estar juntos.

Si no fuera por ese labrador…

Quizás nunca lo hubiéramos sabido.

Mi hermana menor y yo íbamos en el ascensor cuando, de repente, un perro desconocido la agarró con sus patas y empezó a ladrar. Nos quedamos en shock, y la razón resultó ser aterradora. 😱😱
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