Cuando Sam se ofreció a darnos una sorpresa a mí y a los niños, supe que algo iba mal. Su extraño comportamiento gritaba infidelidad. Pero cuando volví pronto para pillarle in fraganti, me encontré con una verdad mucho más oscura.
Me sugirió: «Te mereces unas vacaciones, Cindy. Llévate a Allison y a Philip, diviértete».
Pero cuando le pregunté: «¿No vienes con nosotros?» — se rascó la nuca y murmuró: «Gran proyecto en el trabajo…»

Los niños y yo nos fuimos, pero me acosó la sospecha toda la semana. Al quinto día, dejé a los niños con la niñera y volví a casa dispuesta a todo. Pero no estaba preparada para ESTO.
En el sofá estaba sentada mi suegra Helen, bebiendo té de mi taza favorita. A su alrededor estaban sus maletas.
¡Sorpresa! — dijo con una sonrisa irónica. — ¿Sam no te dijo que me había mudado?
Él estaba a su lado, pálido, en silencio. Ni una palabra de explicación, ni una gota de arrepentimiento. Más tarde, escuchando su conversación en la cocina, oí decir a Helen:

Ella no sabe cómo llevar una casa. Y los niños son tan ruidosos.
Tienes razón, mamá», respondió Sam.
Y fue entonces cuando todo en mí se rompió. A la mañana siguiente dije que nos quedaríamos más tiempo en el hotel…
Pero en lugar de eso fui al abogado y al banco. Tres días después, el camión se llevaba mis cosas. Le dejé una nota a Sam:
«Puedes vivir con mamá. Nos hemos ido. No nos busques».
Llamó, suplicando, diciendo que la había echado… Pero el vecino informó:

«Tu suegra trae cajas todos los días. Parece que va a estar aquí mucho tiempo».
Me reí entre lágrimas.
Esa noche mi hija me preguntó:
Mamá, ¿cuándo volvemos a casa?
Ya estamos en casa, cariño. Este es nuestro nuevo hogar.
¿Y papá?
Se queda con la abuela Helen.
Philip dijo:

Sí. La abuela Helen es mala.
A veces la otra mujer no es la malvada en absoluto. Es la que crió a tu marido. Y a veces lo mejor que puedes hacer es dejarlas a las dos atrás.