«Ahora me siento empoderada y libre para hacer lo que quiero y vestir como quiero», escribe en su libro The Look.
Michelle Obama se convirtió en 2009 en la primera mujer negra en llegar a la Casa Blanca como primera dama. Como cualquier figura pública, se vio sometida al escrutinio constante, y no tardaron en juzgar su aspecto y su forma de vestir: que si sus vestidos sin mangas enfatizaban sus brazos musculosos y la hacían parecer masculina, que si su gusto por los cárdigans le daba un aire demasiado informal… Pero fue su pelo afro lo que decidió mantener bajo control para evitar críticas; durante los ocho años de mandato de su marido lo llevó completamente liso.
«Sabía que no podía darles nada más hasta que el país me conociera», contó Michelle Obama en una entrevista reciente con Robin Roberts, de ABC News. «Otros intentaban escribir nuestra historia antes de que pudiéramos escribirla nosotros mismos. Así que pensé: no quiero crear otra distracción; quiero que este país se concentre en entenderme como primera dama a través de mi trabajo y mis acciones», explicó, añadiendo que durante su etapa en la Casa Blanca evitó hablar de moda para no desviar el foco de su labor.


Ahora, sin embargo, ha decidido que es el momento de hacerlo. Se siente libre y, en su nuevo libro The Look, que salió a la venta el martes 4 de noviembre en Estados Unidos, la abogada escribe sobre las múltiples facetas de su estilo personal y sobre cómo utilizó la moda para llamar la atención sobre las causas que consideraba prioritarias, como la educación, las familias de militares o la salud infantil. «Detrás de cada look hay un mensaje», afirma. Y aunque antes no quisiera poner el acento en este tema, hoy reconoce que se tomó muy en serio su vestuario como primera dama, basado en una amplia variedad de diseños de creadores estadounidenses, desde nombres consagrados hasta talentos emergentes.
Consciente de que toda primera dama se enfrenta a un nivel de escrutinio por su apariencia, Michelle Obama destacó en la entrevista: «Vivimos en una cultura, lamentablemente, en la que, si alguien quiere atacar a una mujer, lo primero que hace es atacar su apariencia, su talla, su físico, como forma de hacernos sentir menospreciadas, de mantenernos en nuestro lugar. Y, como mujer negra, me vestía pensando en todas las madres y abuelas que sabía que negarían con la cabeza si no lo hacía bien».

«Agradezco haber llegado a esta etapa de mi vida en la que me siento empoderada y libre para hacer lo que quiero y vestir como quiero», subraya Obama en la introducción del libro, escrito junto a su estilista de siempre, Meredith Koop. Concebido como un coffee table book, incluye más de 200 fotografías, muchas de ellas inéditas, que recorren la evolución estilística de Obama: desde sus primeros pasos en la vida pública durante la campaña de su marido al Senado de Estados Unidos, pasando por su etapa en Washington, hasta la actualidad, como una de las figuras más influyentes del país.
Ahora que el país conoce a la ex primera dama, de 61 años, por quién es realmente, asegura que siente que ha llegado el momento adecuado para hablar de «las cosas divertidas». Durante el primer mandato de su marido se centró en proyectar una imagen «accesible y femenina». En el segundo mandato empezó a explorar estilos de moda más diversos, pero su peinado se mantuvo casi intacto: seguía llevándolo liso y recogido. Animada por su peluquero, Johnny Wright, comenzó a utilizar extensiones y pelucas para poder preservar su pelo natural, según cuenta, y protegerlo de la agresión constante de secadores y planchas alisadoras.


Michelle Obama ha dejado atrás las ataduras «impuestas» a través de su peinado. En sus últimas apariciones luce el cabello con largas trenzas sueltas, a veces recogido en moños altos, bajos en la nuca o con rizos definidos. El cambio encaja con la transformación de su forma de vestir, ahora más inclinada hacia diseñadores vanguardistas y elecciones más arriesgadas. En The Look, la esposa de Barack Obama plantea que el estilo personal de muchas mujeres negras suele oscilar entre la «respetabilidad» y la autenticidad. Para algunas, eso implica decidir si alisarse o no el pelo en un caluroso día de julio, o elegir no quitarse las trenzas cornrow antes de una entrevista de trabajo.
Al ser preguntada en televisión por su decisión de mostrar su pelo natural tras dejar la Casa Blanca, comentó: «Aunque no lo hice durante esos ocho años, entendí la importancia de hacerlo en algún momento y de enviar un mensaje a las jóvenes y a los profesionales: ¡Dejen en paz nuestro cabello! Solo queremos ponernos a trabajar y hacerlo rápido y con eficiencia. No le digan a una mujer negra cómo debe peinarse. Cómo llevo mi cabello es mi decisión».

