Oculté mi rostro durante años, hasta el día en que recibí mi medalla.

Esta es la historia de «ese marine con cara» que fue capaz de encontrar la fuerza para superar el dolor de su pasado y abrazar el título de «héroe», porque para algunas personas eso es exactamente lo que era.

Los pensamientos del sargento Reyes volvían a menudo a aquel día fiel en el que sacó a su compañero Carlos de un Humvee en llamas, sintiendo cómo su piel se desprendía como papel mojado. En un momento dado, cuando creía que se moría, este valiente marine oyó la voz de alguien resonando en sus oídos: «Has salvado a tres personas. Te llaman héroe».

Sin embargo, después del incidente, el sargento Reyes sintió lástima de sí mismo. Odiaba las miradas y apenas pudo comer durante meses después de la explosión que le destrozó toda la cara.

Sobre todo, odiaba el silencio. La gente evaluaba su aspecto sin tomarse la molestia de preguntarle qué le pasaba… bueno, hasta que Lena, que estaba frente a él en el restaurante, dijo: «Cuéntame la parte que nadie oye».

Unos meses después de la publicación de su artículo, el sargento Reyes se encontró en el centro de una sala llena de periodistas y cámaras. Iba a recibir una medalla que atestiguaba su increíble valor.

Cuando dijeron su nombre, el sargento Reyes oyó un susurro al pasar. «Es él. Ese es el tipo que salvó a mi hermano».

Se quedó helado. Cuando se dio la vuelta, vio a una mujer con los ojos llorosos que sostenía una foto de uno de los marines que el sargento Reyes había salvado aquel día.

«Mi hermano… el soldado Miller… estaba en ese convoy. Gracias a usted, consiguió volver a casa. Gracias», susurró. «Gracias por traer a mi hermano a casa.»

Sus palabras lo cambiaron todo. Algo cambió en el héroe marine. Ya no sentía la necesidad de ocultar su rostro. A pesar de las cicatrices, seguía siendo la misma persona por dentro.

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