Los gemelos Chang y Eng nacieron en Tailandia. Los hermanos eran unidos por la región torácica.
Tenían unos 30 años cuando decidieron formar una familia y se casaron con sus hermanas. Las jóvenes elegidas sólo tenían 16 años cada una. Tras la boda, tuvieron que organizar su hogar de una forma no del todo estándar. Se turnaban para vivir con cada mujer, cambiando cada tres días.

A lo largo de su vida, fueron padres 21 veces. Diez hijos para Chang y uno más para Eng. Puedes ver fotos reales de los niños y las esposas en este artículo.
Los médicos quedaron conmocionados cuando nacieron siameses con la cavidad torácica unida. Era 1811 y poca gente estaba preparada para ver semejante fenómeno.
Sus cuerpos estaban separados, pero una sola banda los unía en la zona del pecho. Los hermanos también tenían un órgano en común, el hígado. Si ahora practicaban activamente la separación, en aquel momento nadie iba a pensar en ello.
Los médicos no tenían ni idea de cómo ayudar a los hermanos. Todos decían que pronto morirían en agonía, pero todo resultó muy distinto.

La fama de los siameses se extendió por toda Europa. Se les invitaba como curiosidad para entretener al público, y entonces los hermanos empezaron a actuar como artistas. Cantaban maravillosamente y discutían entre ellos en el escenario ante el público.
Cuando Chang y Eng se hicieron realmente populares, decidieron trasladarse a Inglaterra. Allí les esperaba una historia romántica pero no del todo normal. La inglesa Sophia se enamoró de dos hombres a la vez y se convirtió en su desesperada admiradora.
Quería convertirse en su esposa común y vivir una vida de alegrías y penas. En aquella época, nadie estaba preparado para semejante acontecimiento, así que los siameses rechazaron la propuesta de Sofía, temiendo la condena pública. Y las autoridades no aprobarían semejante matrimonio.
Pronto los hermanos se trasladaron a Carolina del Norte, donde empezaron a llevar un estilo de vida despreocupado y tranquilo. Allí conocieron a sus futuras esposas: Adelaida y Sarah.

Las chicas eran muy jóvenes: tenían 16 años. Los padres les prohibieron casarse con siamesas, pero los sentimientos se apoderaron de ellas.
En 1843, celebraron su inusual boda. La sociedad, por cierto, percibió con más calma esta noticia, porque los recién casados podían ver que se trataba de amor verdadero.
Las hermanas vivían en casas diferentes y se turnaban para visitar a sus hermanos. Durante décadas, las mujeres cambiaban de tres en tres días, creando la ilusión de una familia feliz.
Durante este tiempo, nacieron 21 hijos de la pareja. Sus descendientes siguen vivos y orgullosos de sus antepasados, que se hicieron famosos en todo el mundo. Y lo más importante, a pesar de su peculiaridad, alcanzaron la felicidad humana.

Los hermanos murieron prácticamente al mismo tiempo. Uno de los hermanos murió de neumonía, y el segundo murió después de él unas horas más tarde. El corazón no estaba ni medio preparado para vivir.
Desde entonces, muchas personas recuerdan a estos hermanos que vivieron una vida plena. Demostraron que es posible ser feliz independientemente de cómo se presenten las circunstancias, porque todo depende de nosotros mismos.