Patrick Hardison sufrió lesiones incompatibles con la vida en el incendio de una casa cuando intentaba rescatar a una mujer que creía atrapada. Como consecuencia del incendio, sufrió quemaduras de tercer grado que le cubrieron toda la cara y el cuero cabelludo. Durante años llevó en público una gorra de béisbol, gafas de sol y orejas ortopédicas, para aceptar la dolorosa realidad de su nuevo aspecto.

Patrick recordaba que los niños huían cuando lo veían, y el golpe emocional era inmenso. Sin embargo, todo cambió en 2015, cuando se sometió a la cirugía de trasplante de cara más extensa de la historia.
Según los informes, Patrick tenía un 50% de posibilidades de sobrevivir al trasplante de cara. Sin embargo, después de una cirugía de 26 horas en la que participaron más de 100 profesionales médicos, el procedimiento fue un éxito. Hoy, Patrick Hardison disfruta de la vida con su mujer y sus hijos.
La medicina ha avanzado mucho en los últimos años, y uno de los avances más notables es la posibilidad de realizar trasplantes faciales. Desde que Isabelle Dinoire se convirtiera en 2005 en la primera persona en someterse a la intervención, los trasplantes faciales se han convertido en una posible solución para personas que, como Patrick, sufren una desfiguración facial extrema.
En 2001, Patrick, que era bombero voluntario, asistió al incendio de una casa que cambió su vida para siempre. Durante el siniestro, la casa se derrumbó encima de él, dejándole graves quemaduras faciales y otras lesiones devastadoras. El fuego le destruyó las orejas, los labios, la mayor parte de la nariz y los párpados. Durante años fue incapaz de expresar expresiones faciales normales e incluso le costaba realizar funciones básicas como comer, parpadear o reír sin dolor.

Con los años, el aspecto de Patrick le dificultaba relacionarse con los demás, especialmente con los niños, que a menudo se asustaban. La vida de Patrick se convirtió en una lucha constante contra las miradas y el aislamiento. Llevaba gorra de béisbol, gafas de sol y prótesis para protegerse del juicio de los demás.
A pesar del trauma, Patrick nunca rechazó la oportunidad de recuperar su rostro. En 2005, Isabelle Dinoire se sometió a la primera operación de trasplante de cara de la historia. Pero Patrick no pudo conseguirlo hasta un año después, cuando fue remitido al Dr. Eduardo D. Rodríguez, del Centro Médico Langone de la NYU. Tras una larga búsqueda de un donante adecuado, se produjo un gran avance cuando David Rodebauch, un joven de 26 años fallecido en un accidente de bicicleta, fue identificado como posible candidato.
La familia de David, encabezada por su madre Nancy Millar, accedió a donar sus órganos, incluido el rostro, para ayudar a Patrick. Este acto de bondad y generosidad fue un punto de inflexión en el viaje de Patrick.
El día de la operación, el Dr. Rodríguez y su equipo trabajaron sin descanso durante 26 horas para realizar el trasplante de tejido blando facial más extenso jamás realizado. La intervención no estaba exenta de riesgos, y las probabilidades de supervivencia de Patrick eran sólo del 50%. Pero él perseveró, con la esperanza de una nueva vida.

Antes de la operación, Patrick compartió unas sentidas palabras con su hija mayor, Alison, en las que expresaba su esperanza de que algún día podría llevarla al altar sin tener que llevar gorra y gafas de sol. Ese momento reforzó su decisión de someterse a la intervención a pesar de los riesgos.
La operación fue un éxito, pero el proceso de recuperación fue largo y difícil. Patrick tuvo complicaciones como fluctuaciones de la tensión arterial, problemas respiratorios e hinchazón, pero con el tiempo su nuevo rostro se curó. Tuvo que volver a aprender a hablar y tragar, y se enfrentó a retos emocionales mientras se adaptaba a su nuevo aspecto.
Quizá el momento más emotivo de la recuperación de Patrick fue conocer a la madre de David Rodebaugh. Nancy siempre había sabido del deseo de su hijo de ayudar a los demás mediante la donación de órganos, y se emocionó al conocer a Patrick, sabiendo que el rostro de su hijo le ayudaría a vivir de nuevo. Su encuentro fue muy emotivo y se compenetraron como en familia.
Siete años después de su trasplante, Patrick sigue recuperándose, aunque sigue tomando medicación antirrechazo para evitar que su organismo ataque el tejido trasplantado. A pesar de las dificultades, está agradecido por su nueva vida y quiere inspirar a otras personas que se enfrentan a problemas similares. Patrick ha escrito un libro y espera que su viaje pueda dar esperanza a quienes se sienten desesperanzados.

«Quiero que la gente sepa que, por muy difíciles que sean las cosas, nunca es demasiado tarde para encontrar esperanza. Se puede conseguir cualquier cosa», afirma.
Hoy, Patrick es un ejemplo inspirador de resiliencia y su recuperación es un testimonio del increíble trabajo de los profesionales médicos, especialmente del Dr. Eduardo D. Rodríguez y su equipo. La historia de Patrick es un ejemplo de fortaleza, esperanza y el poder de la compasión humana.

Por favor, comparta el extraordinario viaje de Patrick con los demás para honrar a los profesionales médicos y a su familia donante que hicieron posible su recuperación.